martes, 21 de agosto de 2007

Elena en Valencia

Valencia es distinta cada vez que voy
Depende siempre de los ojos del que va conmigo.
Hoy "Valencia a la Filipucci"
Estoy harta de que me llamen la atención. Hoy en una tienda en la plaza redonda una señora me ordenó que dejara unas castañuelas que había cogido para ver como sonaban. "¿Como espera venderlas?"-Le dijo un turista español que escuchó a la tendera.
El otro día nos llamó la atención un vecino de la residencia por querer darnos un baño en la piscina en horas de siesta. Se supone que en esas horas no se debe hacer ruido, pero nosotros solo queríamos permanecer en el agua sin molestar. El amargado del tercero gritandonos desde el balcón molestó más seguramente al resto de los vecinos que nosotros.
¿Es que no inspiro ningún respeto? A lo mejor mi imagen de niña hace que la gente tenga la necesidad de regañarme. Por dentro me siento como una persona responsable y adulta, pero me descoloca cuando alguien me llama la atención como si fuera una cria ¿Lo harían igual si tuviera el aspecto de mi padre?
¿O es acaso este el juego de la vida: regañar a unos y otros sea cual sea el motivo para demostrar al mundo lo amargados que estamos? A mi se me están hinchando las narices, de tal manera que si me vuelven a llamar la atención por algo que yo considero que no he hecho mal, les daré una razón de verdad para quejarse.