domingo, 19 de marzo de 2017

Recuerdos de Magdalenas pasadas en el día del padre

Para el día de Padre le he comprado a Paco un librito de Mr. Wonderful titulado "Libro para un padre Genial que se lo merece todo y un poquito más"
Es un diario lleno de frases que tienes que completar describiendo recuerdos y vivencias sobre la relación padre-hijo. 
Lo he intentado, pero sin éxito. Quizás porque no encontraba la inspiración ni el tiempo en estas semanas de ajetreo laboral, o bien porque las frases que proponen no me dicen nada sobre la relación con mi padre. Es lo que pasa cuando se trata de materializar y comercializar algo que pertenece al corazón. 
Este año el día del padre coincide con el pistoletazo de salida para las fiestas de la Magdalena 2017, y buscando en el baúl de los recuerdos alguna foto para homenajear a Paco, he encontrado esta reliquia del 82, y me ha traido a la memoria momentos de ese día que son dignos de mención.
Mi madre decidió que esas Magdalenas yo tenía que hacerme fotos vestida de castellonera. Me compró el traje y pidió prestada la mantilla y los adornos. Me peinó con esmero y le pidió a mi padre que me hiciera una sesión de fotos. Así que allá nos fuimos, mi padre, la cámara Konica y yo, de paseo por la avenida de Lidón con mi vestido de Castellonera. 
Llegamos a los campos de naranjos que había en esa zona (ahora hay edificios y casas) y me hizo posar para las fotos. Mi padre debió de conseguir que me sintiera a gusto,  porque en las fotos salgo feliz y sonriente. ¿De que hablaríamos? No recuerdo ninguna conversación. 
Después  me llevó a la feria que estaba justo al lado, y me subí a los autos de choque, que eran mi atracción preferida, porque de pequeña tenía afán por conducir. Mi objetivo en los autos de choque era... ¡No chocarme con nadie! 
Pero aquella mañana no lo hice muy bien. Para empezar me quedé atascada y no podía sacar el coche de la esquina donde se encontraba. Mi padre desde fuera de la pista intentaba darme instrucciones pero no logré salir ni controlar el volante. A la segunda ronda me cambié de coche y comencé a girar por la pista, pero alguien chocó conmigo, y del golpe se me cayó La Peineta. Mi pelo era muy fino y casi no aguantaba las parafernalias de laton dorado que iban con el traje regional, así que como a los 6 años era tan poquita cosa, el movimiento brusco me descolocó el peinado y la Peineta salió volando por los aires y se quedó en mitad de la pista. Me sentí muy ridícula. El chico que llevaba el puesto saltó entre los coches agarrandose a las barras de hierro como Tarzán, y salvó el adorno. No recuerdo exactamente la razón, pero me sentía terriblemente mal. La vergüenza de ir disfrazada, de haber llamado la atención de todos por la pérdida de La Peineta, y el miedo a haberla roto ya que nos la habían prestado... Cuando acabó el tiempo y los coches se pararon salté fuera rápidamente. Mi padre me preguntó si no quería volver a montar. Le dije que no, que quería irme a casa. Y nos fuimos. 

Es cierto que no es el mejor recuerdo del mundo para dedicarle a mi padre, ya que con todo su poder, y su amor, no pudo hacerme sentir mejor aquel día. Pero si me pongo a pensar en lo ocupado que estaba el hombre en esa época, y todas las cosas que tenía en la cabeza... Tiene valor que me llevara a la feria sin que yo se lo hubiera pedido, y que quisiera pasar tiempo con su hija a solas y hacerme feliz. 

sábado, 18 de marzo de 2017

Somos todos "Passengers" de esta nave



Es curioso... he entrado en mi blog con idea de escribir sobre el sinsentido de la vida, todo negativo, por supuesto... y me he pegado de morros con mi entrada anterior, en la que derrochaba optimismo y buen rollo. ¿Cómo es posible este cambio de tono?
 Tengo que aprender a canalizar mis sentimientos, sean negativos o positivos, ya que para bien o para mal,  siempre tiendo a los extremos y eso no es bueno para mi salud emocional.

Ahora mismo  estoy en un momento en el que creo que vivir es absurdo.
Levantarnos, ir a trabajar, comer, dormir... sin ninguna meta ni proyecto de mejora. Esperando que mis seres queridos mueran, esperando a morirme yo.
Pero aunque tuviera algún objetivo o alguna razón para vivir... que ganaría? Seguiría atrapada en este mundo lleno de gente que no sabe a dónde va. Un planeta gris abocado a la extinción, girando en mitad del universo, un espacio del que no conocemos casi nada. ¿Qué sentido tiene todo?

Recientemente he visto la película  "Passengers" y me ha hecho pensar que todo lo que uno hace en este mundo y en esta vida deja de tener sentido sin la sociedad que nos rodea. Si estás en una nave de superlujo que te permite tener y hacer todo lo que quieras, pero en soledad... ¿que sentido tendría? Porque todo lo que hacemos ahora, desde peinarnos y vestirnos a la moda, las redes sociales, lo que escribimos, lo que decimos... qué objetivo tendría si nunca nadie te iba a ver, a leer o a saber de ti?  ¿Tendrías ganas de hacer algo artístico, pintar, componer, aprender cosas... si no vas a poder enseñar tu arte a nadie, ni dar tu opinión sobre una película o un libro, ni presumir de tus conocimientos con nadie, nunca? NUNCA
Y si vamos más allá... ¿Realmente tanto peso tiene la sociedad que nos regimos por ella tanto como para que le dé sentido a todo lo que hacemos?

Y de repente, después de pensar todo esto, y de repensarlo y darle vueltas y más vueltas...
me sentí tremendamente sola.