jueves, 5 de septiembre de 2013

Septiembre y otras rutinas

Cuando era pequeña y vivíamos en las barracas del torreón los veranos eran eternos. Fui la única niña durante muchos años (luego vino la pequeña Isabelita y más tarde Auxi y Esther) pero no recuerdo haberme sentido nunca sola porque vivir en las barracas era como tener un castillo encantado sólo para mi, lleno de habitaciones vacías y oscuras, con armarios empotrados forrados de papel de periódico y revistas viejas. Ahora me viene a la cabeza sobretodo las tardes de verano en las que volvía de haber estado nadando en el mar, jugando a ser una sirena yo sola, y ducharme, cambiarme, prepararme un bocata de mantequilla y chorizo, y sentarme delante de la Tv, que habían colocado en una de esas habitaciones oscuras y vacías, a ver los dibujos animados mientras merendaba. Así día tras día. Y tengo el recuerdo muy vivo de esa sensación de bienestar por esa bendita rutina. El orden en mi vida me hacia feliz ya desde pequeña.
Con Septiembre pasa un poco lo mismo. Después de la locura del verano, de las fiestas y las comidas, de todas esas cenas en Noucafe y quintos en Jinete trasnochando y lidiando con la resaca, por fin llega septiembre, y los clientes de verano se marchan, y llegan los otros, mucho más calmados, mucho menos ruidosos, y la gente sale menos, y hay menos encuentros y menos barbacoas, y el verano sigue ahí, pero esta vez sólo para mi. Para llevar mi rutina ordenada y tranquila. Es como una fiesta privada, salir a correr, escuchar música, ir a la playa, leer y ver alguna película en casa. Me siento como esa niña de 6 años.