sábado, 27 de julio de 2019

Diarios


Durante más de 20 años me dediqué a escribir diarios con todo lo que pasaba por mi cabeza. Desde los 14 años hasta hace bien poco. Los tengo todos alineados en una estantería de mi salón.
Supongo que cuando empecé a escribirlos tenía algún objetivo, pensé que algún día serían testimonio de una generación, que tendrían importancia para el mundo, como el diario de Ana Frank.
Ahora los releo y aunque no dejan de ser curiosos, están llenos de gilipolleces que no le van a interesar nunca a nadie. ¿Quien querría leer sobre las aventuras y desventuras de una persona mediocre? Entradas de cine con mis críticas personales, tickets  de conciertos de grupos ahora desconocidos, chicos que me gustaban, noches en vela intentando estudiar, preocupaciones, días inolvidables...Los episodios más divertidos son los de la edad de 16, 17 años. Durante la adolescencia las locuras que se te pasan por la cabeza pueden ser argumento para una comedia televisiva.
Hubo un tiempo en el que pensé que mis hijos podrían leer mis diarios algún día y así conocer mejor a su madre. Pero el universo es muy cabrón y parece que no me va a dejar ser madre en esta vida.
Así que estoy pensando que cualquier día de estos me hago una hoguera con ellos, y bailaré al rededor del fuego  bajo la luna llena para exorcizarme de mi vida pasada.
Y dejaré de existir, solo seré yo, ahora, y en el futuro.

martes, 23 de julio de 2019

Recuerdos sobre lealtad

Tengo un recuerdo muy claro.
Era muy pequeña, 6 o 7 años, y acompañaba a mi hermano mayor por el garage del cuartel cuando nos encontramos con otro guardia que llevaba un pastor alemán enorme, peludo, majestuoso. 
Le tiraba una chapa de Coca-Cola y el perro la recogía y se la devolvía. 
Mientras mi hermano y el guardia hablaban de sus cosas, yo me quedé con el animal y le tiraba la chapa para que me la devolviera. 
Cada vez la lanzaba más lejos, cada vez más rápido, y el perro seguía trayéndola y dejándola a mis pies.
No recuerdo cuantas veces le tire la maldita chapa. 
Es probable que más de cien.
Solo recuerdo que el perro al final jadeaba, y babeaba. La chapa llena de saliva pegajosa. Yo la recogía con un poco de aprensión, y se la seguía tirando pensando que el perro se estaba divirtiendo. Si no.. ¿por que seguía haciéndolo?
Le pregunté al dueño que por que seguía devolviendo la chapa si parecía que estaba cansado. 
Y el guardia respondió que la seguiría recogiendo mientras yo se la tirara, y no pararía hasta que se muriera, porque era leal y obediente.
Ósea, que no lo hacía porque quería sino porque se lo mandábamos nosotros. Yo era muy pequeña, y se me quedó grabado el sentimiento de lealtad del pobre perro , que daría su vida sin dudarlo por un estúpido juego.
Hasta la muerte. 
Y ahora de adulta, a veces me siento yo misma así, sufriendo pero aguantando. ¿Por qué? ¿Por lealtad? 
¿Que me fuerza a seguir recogiendo la chapa a costa de mi salud? Soy yo misma, solo yo la que decide seguir así, forzando la máquina  día a día, hasta la muerte.

domingo, 21 de julio de 2019

Juliet, desnuda



Probablemente porque me pilla justo en esta edad en la que el pasado parece una pesada piedra de la que no te puedes desprender, esta película me ha llegado al alma. 
Annie tiene cuarenta y se siente estancada en su vida aburrida y predecible. Y de repente un efecto sorpresa aparece y lo cambia todo. 
En novelas y películas es fácil introducir el efecto sorpresa y hacer que la vida de los protagonistas cambie. En la vida real por el contrario, son las personas mismas las que tienen que mover su pesada piedra para cambiar su vida. Y no es nada fácil. Los efectos sorpresas son caros de ver.
Me ha gustado mucho la historia, la he disfrutado, con su artista venido a menos, Ethan Hawke (no podía ser otro) con su pasado arrastras no dejándole avanzar, bloqueándole la posibilidad de ser de nuevo él mismo.
Cuando al final de la peli he visto que estaba basada en una novela de Nick Hornby, he pensado: "¡Estaba claro!" Creo que este hombre habla por toda una generación, un grupo de adultos que crecieron muy atados a la música, y no han conseguido engancharse del todo a la realidad de este mundo. Seguimos todos ahí, cerca de los 50, esperando... deseando ser estrellas del rock, algún día...