jueves, 23 de enero de 2014

She's only happy in the sun


Cuando empecé a trabajar en el camping, hace ya 10 años, aun no sabía distinguir muy bien las nacionalidades de los clientes. Alemanes, ingleses, holandeses, suecos o daneses, si me hablaban en inglés, no tenía muy claro de donde venían. Ahora con una sola palabra ya los tengo calados.
De todos los clientes, los más difíciles en mi opinión han sido siempre los holandeses.
Mi relación con ellos fue desde el principio algo tormentosa. Puedo aguantar clientes arrogantes, maleducados, listíllos, pesados... con todos ellos se como actuar y ponerles a raya si hace falta. Pero cuando son cortos... cuando les hablas y lo único que recibes en respuesta es una mirada vacía y sabes que no se están enterando de nada... Es como  pegarse cabezazos contra la pared, y eso... me saca de quicio.
No puedo generalizar, pero muchos de los holandeses que vienen a mi camping cumplen ese perfil, y durante los primeros años yo y mis compañeros nos tirábamos de los pelos para tratar de hacerles entender las cosas. Mas de una vez les he dedicado alguna entrada en mi blog a modo de desahogo. 
Como solución a mi desesperación decidí aprender su idioma, y durante 5 años Marian Timmermans, cliente asidua del camping, estuvo dándome clases particulares cada invierno, de Octubre a Marzo una vez a la semana.
He de reconocer que yo no era nada responsable, no estudiaba en casa, ni hacía los deberes, muchas veces llegaba tarde y algún que otro día hasta le dí plantón. Pero ella, siempre puntual, me esperaba con los libros y un café americano en el restaurante del camping. Cabezona y testaruda, acabó enseñándome a hablar su idioma.
Durante los primeros años aprendí básicamente gramática y pronunciación, que no es moco de pavo (hasta el segundo año no fuí capaz de leer bien en ese idioma infernal) Poco a poco las clases empezaron a ser divertidas, y aprendí muchas cosas sobre la cultura, la gastronomía y la vida en Holanda. Al final nos dedicábamos básicamente a tomar café y a hablar de nuestras cosas, en holandés, natuurlijk!
A pesar de que hace un par de años decidimos dejar las clases porque yo ya sabía lo suficiente y las dos teníamos otros compromisos, Marian y yo hemos seguido en contacto y nos hemos visto a menudo.
En el camping ha sido siempre toda una personalidad. Era el ángel de Bonterra, ayudando a otros clientes cuando lo necesitaban, siempre con energía, nunca decía no. Ponía el corazón en todo aquello que hacía y conseguía todo lo que quería. Fue ella la que comenzó el famoso Super Bingo del camping, y recuerdo los nervios y las ganas que le ponía al show para que saliera todo bien. Cabezota, guerrera, gritona, y con mucho carácter. Esa era Marian Timmermans, mi profesora de holandés, mi amiga.
La semana pasada la mandé a urgencias porque no se encontraba bien, y allí le encontraron un tumor que la ha tenido atada a una cama de hospital desde entonces. Al principio, cuando aun podía hablar, seguía siendo la misma, y se negaba a volver a Holanda.
-Aquí soy feliz, bajo el sol- repetía ella.
A medida que han pasado los días, Marian se ha ido apagando y hoy finalmente nos ha dejado. 
Espero que ahora esté en un sitio mejor, que sin duda será aun mejor porque ella acaba de llegar. Y si en ese sitio hay algo que arreglar... Ya se encargará ella de hablar con quien haga falta para que se arregle.

Como dice la canción de Ben Harper, ella era solo feliz bajo el sol. Y si el sol te hacía libre, Marian, ahora lo serás de verdad. 





viernes, 17 de enero de 2014

Velocidad absurda


Del 2001 me quedo con la gente que conocí en Bayreuth. El paquete de personajes, coloridos e interesantes con los que me topé durante mi etapa de estudiante Erasmus no tiene desperdicio. Cada uno con sus particularidades, su drama personal, sus inquietudes... Tanta gente nueva de golpe, tanta amistad que asimilar...

Tobías por ejemplo, un alemanito estudiante de Adem, que junto a su compañera Janet se encargaban del BISS team, la organización universitaria que se ocupaba de los Erasmus: de llevarles de excursión, de hacer fiestas y programar actividades para que nos socializáramos todos.
Los Españoles no necesitábamos mucha ayuda para eso, pero como el primer semestre intenté relacionarme con el resto de los Europeos, me apuntaba a cualquier cosa que hicieran los del BISS Team, cata de vinos, brunch internacional, taller de huevos de pascua, excursiones y fiestas varias. Y así es como hice migas con Tobías, que quería aprender español y le fascinaba nuestra cultura. No me acuerdo muy bien de lo que hacíamos ni de lo que hablábamos, pero si que tengo en la memoria el sentimiento de felicidad que me invadía cuando quedaba con él, porque era todo alegría y nos reíamos mucho juntos.

Durante el segundo semestre, cuando llegaron los nuevos Erasmus, desistí en lo de conocer gente de otras nacionalidades, y me uní al clan español, porque sin duda eramos los que mejor nos lo montábamos. Así pues Tobías y yo dejamos de vernos tanto, y durante estos últimos 13 años no he sabido mucho de él.

Hoy me ha ocurrido una de esas cosas que solo pasan en las películas.
Llevo toda la semana yendo a diario al hospital porque está ingresada la que fue mi profesora de holandés, con la que mantengo una relación de amistad muy especial. El doctor González, que es el neurocirujano que lleva su caso, me pidió esta mañana nada mas llegar si podía hablar conmigo en privado. Me llevó al despacho de la planta, y al entrar por la puerta... ¡Zas! Me encontré de cara con Tobías.

Con traje y corbata delante de un proyector que ponía algo de "Micro-no-se-qué" casi no me lo podía creer. Nos quedamos mirándonos ambos con la boca abierta, y después del primer shock nos pusimos a gritar y nos dimos un gran abrazo delante de sus colegas comerciales y del doctor González que nos miraba con la boca abierta. "¡Madre mía! ¡Estoy soñando!"- le decía
Después de recobrar la compostura dimos unas breves explicaciones a los testigos y quedamos en tomar algo juntos cuando la reunión se acabara.

Delante de dos cafés americanos en la cafetería del hospital, nos pusimos al día de estos últimos 13 años. Tobías es comercial de una empresa que vende aparatos de microneurocirugía y aunque tiene la base en Munich, viaja mucho ofreciendo los productos por toda Europa. Va a ser papá este verano y se quieren venir a vivir una temporada a Valencia cuando nazca el bebé. Ni él ni yo hemos cambiado mucho y seguimos estando muy a gusto hablando juntos. Me contó que el doctor González había pospuesto la reunión varias horas y que si no hubiera sido así seguramente no nos hubiéramos llegado a ver.
Aun teniendo en cuenta que de todos los posibles hospitales de Europa, la empresa de Tobias haya elegido el Hospital General de Castellón para intentar vender sus productos, ¿Cuál es la probabilidad de que vinieran justo la semana que ingresan a mi profesora de holandés? ¿Y cuál es la probabilidad de que la reunión fuera en la misma planta donde ella está ingresada, con el mismo doctor que la trata y a escasos 10 metros de su habitación? ¿Y cuál es la probabilidad de que nos hayamos encontrado, sabiendo que por esos pasillos pasan centenares de personas al día de las que yo me encuentro como máximo unas 20? Solo de pensarlo me mareo.
Hablándolo con mi amigo Fernando me recordó una escena de la película "Spaceballs" en la que Dark Helmet quiere perseguir a la nave rebelde y le pide a su tripulación que se olviden de la velocidad de la luz y que pasen directamente a usar la "velocidad absurda". Pues eso es lo que ha pasado hoy. Una casualidad absurda, tan imposible de suceder, tan increíble de imaginar, que es totalmente absurda.

También le comentaba a Fernando que tiene que haber una explicación científica para todas estas casualidades, que tienen que tener un sentido y una razón de ser, pero que nuestro cerebro no está preparado para entenderlas, y por eso utilizamos la religión o a Iker Jimenez para ponerle nombre a las cosas. Algún día es posible que descubramos la clave para descifrar el misterio.
Mientras tanto, me recreo en la magia del encuentro, y me digo a mi misma que es una señal del destino, que me quiere decir que a partir de ahora todo va a salir mejor.







Y OBSERVANDO ESTAS DOS FOTOS ME DOY CUENTA DE ALGO CURIOSO...
















SIGO LLEVANDO LA RAYA DEL PELO AL MISMO LADO.



domingo, 12 de enero de 2014

Zaragoza

 
¿Por dónde empezar? Pues por el principio.
Moises llevaba meses reclamando una visita. El martes me lo volvió a preguntar. Pues tengo el sábado libre ¿Te viene bien este viernes? Además hay concierto en la Lata de Bombillas. Una tal Ana Muñoz, chica con guitarra en plan acústico (como a mi me gusta). Pues vale. Pues voy.
Para ponernos en situación: Yo no había hecho un viaje largo en coche sola en mi vida. Cuando empecé a salir con Bartek no tenía carnet, y después de sacármelo, siguió siendo él el conductor oficial de los viajes largos, en parte porque Bartek se sentía mas seguro al volante y en parte porque es difícil cambiar el rol de conductora novel, aunque hace ya 7 años que tengo el carnet.
Viernes, meto 4 cosas en la bolsa del gimnasio, la suelto en el coche, y después de trabajar, sin cambiarme el uniforme ni nada, cojo la Nacional y directa para Zaragoza.
Para el viaje elegí algunos viejos CD's que literalmente hacía 18 años que no escuchaba, pero es curioso... Tanto tiempo, y seguía conociendo la letra, los tiempos, la entrada de los solos y las pequeñas variaciones de cada canción, de todo el CD, de cabo a rabo. Me sorprendió la tozudez del cerebro humano, empeñado en mantener esos datos dormidos durante tanto tiempo. ¿Estarán ocupando espacio y por eso ahora no puedo recordar ni la letra de mis propias canciones? 
Parada obligatoria en un área de servicio de Teruel para tomarme un bocadillo de jamón. Me encanta el ambiente en los bares de carretera, con toda esa gente que está de paso, mucho espacio, muchas mesas, generalmente casi todas vacías, al lado de ventanas gigantes desde las que ves la carretera. Me senté en silencio a observar. Un deleite.
El bocadillo estaba rico, rico.
Sigo camino. Gracias al GPS de mi teléfono llego sin problemas.
El piso de Moises es muy bonito, y muy suyo, la decoración huele a Beltrán por todas partes.
Charlamos, paseamos, volvemos a casa, yo me tomo una cerveza, Moises se hace un té. Nos arreglamos y nos vamos de concierto.
¿Y que decir de Ana Muñoz? Que tiene una voz muy mágica, que las letras eran muy poéticas, y que junto al reverb de su Fender consiguió encandilarnos a todos. Además era muy bella, encantadora y deliciosa. Me reí mucho con sus monólogos, y con sus historias. La chica llegará lejos.
Cuando salimos del bar Moises y yo íbamos discutiendo sobre la edad que debía tener, yo la veía joven, pero él la hacía de nuestra quinta. Resultó tener 10 años menos. Y de ahí la conversación derivó en lo bien conservados que estamos, y lo jóvenes que nos sentíamos. Todo esto mientras devorábamos un Durum en el mejor puesto de Kebabs de Zaragoza.
Al día siguiente nos levantamos de buen humor, y después de desayunar viendo un concierto de los Pixies en la Smart Tv de Moises, me pegué una ducha de chorros en su Smart shower.  Nos fuimos volando para IKEA. ¿Y para que detallar este episodio? todos sabemos lo que me gusta Ikea y lo que disfruto paseando por esos ambientes tan cuidadosamente creados. Me cambiaría de casa todos los meses para poder redecorar mi vida.
Luego comimos en su piso. Conchi, la señora que ayuda a Moi con las tareas de casa le había dejado comida preparada para un regimiento, así que zampamos hasta hartarnos como si fuera el Buffet libre de un hotel de lujo. Vimos un episodio de Sherlock y nos quedamos dormidos escuchando al pedante de Benedict Cumberbarch.
Al despertarnos tuvimos que correr un poco para llegar a tiempo al cine. Elejimos "La Gran Belleza" una peli muy extraña, llena de personajes excéntricos que se pasean unos detrás de otros como si de un álbum de fotografías se tratara. Me encantó. La Roma que yo conocí no estaba llena de fiestas locas ni de personajes famosos, culturetas y snobs, pero en la peli de Sorrentino si que reconocí algunas cosas de mi Roma . Las imágenes del canal, el magnífico Coliseo, las calles llenas de curas y  monjas, y sobretodo, ese cerrojo secreto a través del cual se puede ver el Vaticano. ¡Existe de verdad! No todo el que ha visitado Roma ha tenido el placer de verlo, pero yo tuve unos guías fantásticos, romanos auténticos, que me mostraron ese y otros secretos de la ciudad. 
Pero volviendo a la película. Mi personaje favorito ha sido Ramona que dijo con total convencimiento eso de "No estoy hecha para las cosas hermosas". Y me hizo pensar que quizás yo tampoco lo estoy, que es algo incontrolable y que solo queda asumirlo como hacía Ramona y seguir adelante sin esperar mas de la vida. ¡Grande Ramona!
Después del cine fuimos al centro, y tapeamos por el Tubo. Cerveza aquí, cerveza allá y acabamos otra vez en la Lata para escuchar buena música. Moises se queda en la barra, con el Shazam enchufado, y cuando suena una canción que le gusta, la identifica y la añade a su lista de reproducción de Spotify. De ahí que haya descubierto cosas tan buenas como Joe Crepúsculo y Tachenko. Vuelta a casa. Dormir. Desayunar. Decir adiós.
El viaje de retorno ha sido mas rápido que el de ida. Sin novedad en el frente, la carretera casi vacía, con sol y niebla escuchando jazz en Radio3.
En total han sido poco mas de 38 horas de vacaciones, pero me han sentado mejor que una semana entera. El sentirme capaz de hacer un viaje sola, el compartir el tiempo con un amigo de verdad, la confianza, la nostalgia, el entendimiento y las risas. Ha sido una terapia que necesitaba con urgencia.
Y ahora de vuelta al mundo ya estoy haciendo planes para mi próxima excursión.
 

miércoles, 8 de enero de 2014

Adios, rapaz, adios.

De mi padre he aprendido muchas cosas buenas, y desgraciadamente también he heredado algunas costumbres malas que con el tiempo he conseguido suavizar.
Una de ellas, la peor diría yo, es la de no saber aceptar regalos. Es algo superior a mis fuerzas. Cuando alguien tiene un detalle conmigo lo paso muy mal. Se trata de un síndrome bastante raro relacionado supuestamente con la baja autoestima. No podemos permitir que alguien se preocupe por nosotros, ¡Por Dios! ¡Cómo te has molestado en pensar en mi! Y reaccionamos de forma brusca y desagradable. ¡Anda que no le he hecho yo feos a la gente! ¡Madre mía! 
Recuerdo con 15 años que un buen amigo quiso dejarme su medalla de San Cristobal durante los exámenes de Septiembre para que me diera suerte, y casi se la tiro a la cara. O cuando de Erasmus un chico del que estaba perdidamente enamorada me quiso regalar su anillo y yo le dije que no lo quería. ¡Con lo bonito que sería tenerlo  ahora  para recordar aquella historia!

Mi madre me contó que cuando empezó a salir con mi padre, quiso regalarle una pitillera grabada con su nombre por su cumpleaños. Le costó mucho ahorrar el dinero, porque en casa eran pobres y ahorrar una peseta significaba a veces comer menos. Pero mi madre consiguió juntar lo suficiente y le compró el regalo a mi padre con muchísima ilusión. Cuando el día del cumpleaños se lo dio, mi padre se enfadó mucho (me lo puedo imaginar con el ceño fruncido y el gesto tenso) y le gritó con desprecio a mi madre por haberse gastado el dinero. A mi madre le sentó tan mal que no quiso verle ni hablarle en una semana, y si finalmente acabaron reconciliandose fue porque probablemente mi padre se arrastró y le pidió perdón, ya que a cabezona, no hay nadie que supere a mi madre (otra joya que también he heredado).

Cuando mi madre me contó esta historia me sentí tan identificada que no pude evitar ponerme de parte de mi padre y explicarle a mi madre los sentimientos confusos que se crean en nuestras mentes cuando alguien nos quiere hacer un regalo. Ella me escuchó con atención y me dijo muy seria que tenía que cambiar, que debía dejarme querer, que la gente disfruta haciendo regalos y que es un feo muy grande rechazar lo que te ofrecen de corazón. Hay que aprender a aceptarlo, valorarlo y agradecerlo.

Desafortunadamente fue muy tarde cuando aprendí la lección y por el camino he sido muy desagradecida con mucha gente.

Una de las veces que más recuerdo fue un verano en el torreón, cuando teníamos a toda la familia de Galicia en casa. Mis dos tíos Onésimo y Ramiro, hermanos de mi madre, quisieron regalarme dinero. Onésimo fue el primero y me cogió por sorpresa. Me puso en la mano 2000 pesetas y no me dio tiempo para reaccionar. Ramiro que estaba al lado quiso darme también otras 2000 pesetas.
-"Toma Lucita"- me dijo
-"¡No!"- dije yo escondiendo las manos detrás de la espalda.
-"¿Cómo que no?"-dijo mi tío Ramiro- "¿A tu tío Oné si le aceptas el dinero, y a mi no?"
-"¡No!"-repetí yo sacudiendo la cabeza. Tenía 10 años y recuerdo pensar en lo bien que me iba a ir el dinero para jugar a las maquinitas y comprar chuches, y también recuerdo sufrir por ver lo decepcionado que estaba mi tío al sentirse rechazado, pero ya era demasiado tarde.
-"Pues ahora ya no quiero dártelo"- dijo finalmente Ramiro guardando otra vez el dinero en su billetera. 
Esta historia se me ha quedado grabada en la memoria y siempre he tenido remordimientos por haberle hecho sentir de menos a mi tío, que en la distancia y a través de los años lo he considerado una gran persona, luchador, soñador, optimista, con ganas de vivir. Un largo currículo de bondades que seguramente alguno de mis primos detallará mañana en el funeral, ya que hoy ha fallecido.

Le habían operado de un tumor este verano, y parecía recuperarse bien, pero hace una semana la doctora dio la voz de alarma a toda su familiar para que se despidieran de él ya que tenía un derrame imposible de frenar, y en breve moriría. Mis padres han viajado a Galicia para poder despedirse de él. 

Quería haberle grabado un video o haber hablado con él por teléfono para contarle la historia de las 2000 pesetas, pero cuando llegaron mis padres ya casi no reconocía a nadie, y me pareció de mal gusto querer robar la atención de un moribundo con historias banales.

Supongo que tendré que cargar con ello en el corazón toda la vida. 


martes, 7 de enero de 2014

Hablando de amor


Normalmente me enamoro de las personas equivocadas. Mi amigo Moises lo resume en "Te gustan los gilipollas".

Al parecer soy una de esas personas que necesitan que las hagan sufrir. He estado con Bartek 10 años y no me acordaba de como se me daba este juego, pero no creía formar parte del gremio de mujeres que se dejan pisar moralmente. Ahora, después de estar estos últimos 3 meses esperando inocentemente a que un chico con el que tuve una noche mágica me llamara para quedar, tragándome sus excusas y creyendo que en el fondo si que quería verme pero no encontraba el momento... lo tengo claro... Mi  nombre es "Pobre" y mi apellido "Idiota".

Después de la incredulidad (fase de negación) y de asumir finalmente que me han estado toreando (fase de aceptación), empiezo a cabrearme (fase de enojo) y todo este proceso me es extrañamente familiar. Resulta que no es la primera vez.

He tenido a mi vera a un montón de chicos fantásticos deseando estar conmigo y no he querido saber nada de ellos. En cambio asoma un cabrón la cabeza y pierdo el culo para intentar que me haga caso. No aprendo la lección. Es por eso que mi curriculum es tan corto, puedo contar con los dedos de una mano la gente con la que he tenido una "relación" (Entiéndase por relación un beso robado, un lio de verano, una noche loca o un matrimonio de 10 años). Escapo de los que me quieren y a su vez los que yo quiero escapan de mi. La única explicación a mi matrimonio es que Bartek no corrió lo suficientemente rápido.

En estos últimos meses a pesar de no haber salido mucho, he tenido unos cuantos pretendientes, pero  en lugar de elevar mi autoestima, he sentido vergüenza y los he esquivado rápidamente.

Normalmente son miradas y frases coquetas lo que me da a entender que me están tirando los trastos, pero el último ha sido muy valiente. Nos conocimos en casa de un amigo y estuvimos tocando la guitarra, intercambiando opiniones sobre nuestras canciones y hablando de conciertos y de la vida. Me dijo que tenía una voz muy bonita y pensé que únicamente estaba siendo amable. Después de un par de días me ha escrito diciendo que yo le gustaba mucho y que quería quedar conmigo para un café. ¡Madre mía! Eso es valor y no lo de San Jorge con el dragón.
Le he dicho que no, directamente, intentando ser todo lo delicada que se puede ser. No ha tenido muchas relaciones y no suele encontrar chicas que le gusten de verdad (me dijo) así que para él ha sido una desilusión.

Examinando mis sentimientos ante esta situación, me he dado cuenta de que probablemente así es como se sintieron esos chicos a los que en algún momento de mi vida me lancé a decirles o insinuarles que me gustaban. Una mezcla de admiración y lástima, reprochándose a si mismos el que su corazón no pueda abrirse un poquito para darle una oportunidad a esa persona tan sincera...

Pero es cierto. No se puede. Si no lo sientes no hay manera de forzarlo. 

Supongo que seguiré enamorándome de gilipollas que me hagan daño hasta que mi corazón esté tan roto que no quiera saber nada mas del amor.

Maldita sea.




lunes, 6 de enero de 2014

Diccionario de Jana Nyklova: "Plif Plof"

Plif - Plof.

(Del lat. plifplofum).


1. adj. Que sufre decaimiento del ánimo.

2. adj. Decaído, empobrecido o atrasado. Ej. Ultimamente estoy Plif Plof porque de golpe han cambiado muchas cosas en mi vida y no las he asimilado muy bien. 

Pero el futuro se presenta de color de rosa. 




viernes, 3 de enero de 2014

De huerfanos y otras historias

A los 11 años cuando vivíamos en el cuartel, solía pasar mucho tiempo sola. Al ser la hija del Teniente Coronel los demás niños no querían jugar conmigo. Me subía encima de mi casita de madera, la que mi padre había ordenado que me construyeran en nuestra terraza, y desde allí arriba, en mi jaula de oro, veía como los demás corrían en el patio, gritando y riendo.


Uno de mis pasatiempos preferidos, después de leer Torres de Malory y de ver el musical de Oliver Twist, era jugar a que era una huérfana sobreviviendo en un internado. Me ponía una falda escocesa vieja de mi hermana a modo de uniforme y un jersey con coderas a juego, y me montaba mi refugio en el cuarto que usábamos de almacén. Rodeada de estanterías y cajas me imaginaba un mundo en el que el resto de la casa era una ciudad llena de peligros. Yo era la protagonista de una novela y representaba mi papel con mucho gusto, digno de Oscar. 

Cuando este otoño decidí alquilarle una habitación a Richard estuve pensando cual de las dos le cedería y finalmente opté por quedarme yo con el vestidor y atrincherarme con toda mi ropa, la tabla de la plancha, el aspirador y las maletas. 

Ayer noche, arrebujada en las mantas sobre el colchón en el suelo, rodeada de trastos, me sentí como esa niña de 11 años jugando a ser huérfana, viviendo en un agujero triste y oscuro. El tiempo húmedo y frío que nos está haciendo estos días tiene mucho que ver con la nostalgia que me ronda la cabeza.
Echo de menos ser una niña. 


El otro día leí un twitter que se me quedó grabado: "Si pudiese elegir mi edad según la época del año, elegiría tener 8 años en Navidad y 21 en verano. El resto del año 1 pa dormir siempre"



miércoles, 1 de enero de 2014

El 2013 se va a la mierda

10 minutos para las 12, y aun no me he preparado ni las uvas. ufff! Que pereza...
De entre varios planes posibles, he preferido quedarme en casa con mi gripe y el Spotify.
El 2013 ha sido frustrante. Ahora mismo no se ni cual es mi sitio. Tengo ganas de salir volando y desaparecer. Eso me decía Maido ayer: ¿Por qué no te marchas? No tienes nada aquí que te ate.
Pues mira... quizás me ponga ahora mismo a buscar trabajo en Suecia. Nada mejor que hacer en nochevieja.
Paso de las uvas. Ya son las 12. Feliz 2014.