Hace dos días se murió Manolo, el contable del camping. Tenía una personalidad complicada y solía enfadarse mucho y gritar blasfemias cada vez que encontraba un error en las facturas. Pero una vez te acostumbrabas a su mal carácter, empezabas a vislumbrar su otro lado, amable, cariñoso y charlatán. ¡Todo un filósofo era nuestro Manolo! Se le va a echar mucho de menos. Como estaba arriba en la oficina y hablaba con él de pascuas en ramos, aun no me he hecho a la idea de que ya no está. Ni siquiera cuando vi a su hijo llorando en el funeral y a toda la gente consternada... la información aun no me ha llegado al departamento cerebral de la asimilación. Algún día me golpeará la noticia y lo sufriré, porque tengo mil recuerdos e historias con Manolo. Aun puedo oír su voz en mi cabeza, no creo que la olvide nunca.
Tanta muerte me está dejando trastocada.
Cada vez veo mas cerca el final del poema de Benedetti, ese que decía:
Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía
luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era océano
la muerte solamente
una palabra
ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros
ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.
La gente a nuestro alrededor se muere. Y aquí estamos nosotros... dándole alcance a la verdad. los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía
luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era océano
la muerte solamente
una palabra
ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros
ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.
Y lo malo no es únicamente que empiezas a hacerte viejo, sino que dejas de tener ganas de vivir. Pierdes la ilusión por las cosas, ya nada tiene color.
Lo mío... no creo que tenga nada que ver con la edad, me considero joven aun físicamente, pero mi alma ha envejecido y mis ojos no brillan como antes. ¿Será una mala racha? ¿Volveré a tener ganas de hacer manualidades, y cocinar y mandar cartas a mis amigos y de sorprenderles con fiestas secretas? ¿Volveré a tener ganas de hacer cosas bonitas con las manos y de escribir poemas hermosos sobre el cielo y el mar?
Lo mío... no creo que tenga nada que ver con la edad, me considero joven aun físicamente, pero mi alma ha envejecido y mis ojos no brillan como antes. ¿Será una mala racha? ¿Volveré a tener ganas de hacer manualidades, y cocinar y mandar cartas a mis amigos y de sorprenderles con fiestas secretas? ¿Volveré a tener ganas de hacer cosas bonitas con las manos y de escribir poemas hermosos sobre el cielo y el mar?
No dejo de repetirme a mi misma lo que me dijo Fernando, que en el fondo no estoy tan mal como me creo, que sigo transmitiendo felicidad y positivismo. Y me pregunto... ¿De qué parte de mi sale esa energía? Porque yo solo me siento cansada y triste.