domingo, 22 de julio de 2007

Agobio


Estos días le dan un nuevo sentido a la palabra AGOBIO. El trabajo es un infierno. Desde que entro a trabajar hasta que salgo es un sin-parar, siempre con cosas en la cabeza que dejas pendientes porque mientras las estabas haciendo ha venido otro cliente a pedirte otra cosa. Vas dejando notitas por todas partes, el teléfono no deja de sonar. Delegas en otras personas y casi siempre te decepcionan. Si quieres las cosas bien hechas, hazlas tú misma. ¡SI, CLARO! ¡Pero no llego! ¡Solo tengo dos manos y un cerebro!
NO LLEGO, no llego, no puedo con la irresponsabilidad de la gente, la caradura y la necedad de los pobres idiotas que se han recorrido medio mundo para ir a un festival y necesitan llamar a un taxi para ir a la vuelta de la esquina. Y los putos taxis que nunca cogen el teléfono, o que simplemente te dicen que ellos no vienen para recorridos cortos. Un día me voy a plantar en la oficina de TELE-TAXI y les voy a meter una reclamación de tres pares de cojones.
Y lo peor está por venir, mañana hay programadas 157 salidas de parcelas, las cuales tienen que pasar por recepción para pagar. Y yo estaré allí, esperandoles con el alma en el suelo.
Este trabajo es maravilloso, es el mejor del mundo, pero en ocasiones si no dispones de paciencia puede ser la causa de una depresión de caballo, y precisamente la paciencia no es uno de mis superpoderes. Ya me he quitado 6 canas del pelo.
¡YOGA por Dios! ¡Que me enchufen una sesión de yoga en la vena!