Del 2001 me quedo con la gente que conocí en Bayreuth. El paquete de personajes, coloridos e interesantes con los que me topé durante mi etapa de estudiante Erasmus no tiene desperdicio. Cada uno con sus particularidades, su drama personal, sus inquietudes... Tanta gente nueva de golpe, tanta amistad que asimilar...
Tobías por ejemplo, un alemanito estudiante de Adem, que junto a su compañera Janet se encargaban del BISS team, la organización universitaria que se ocupaba de los Erasmus: de llevarles de excursión, de hacer fiestas y programar actividades para que nos socializáramos todos.
Los Españoles no necesitábamos mucha ayuda para eso, pero como el primer semestre intenté relacionarme con el resto de los Europeos, me apuntaba a cualquier cosa que hicieran los del BISS Team, cata de vinos, brunch internacional, taller de huevos de pascua, excursiones y fiestas varias. Y así es como hice migas con Tobías, que quería aprender español y le fascinaba nuestra cultura. No me acuerdo muy bien de lo que hacíamos ni de lo que hablábamos, pero si que tengo en la memoria el sentimiento de felicidad que me invadía cuando quedaba con él, porque era todo alegría y nos reíamos mucho juntos.
Durante el segundo semestre, cuando llegaron los nuevos Erasmus, desistí en lo de conocer gente de otras nacionalidades, y me uní al clan español, porque sin duda eramos los que mejor nos lo montábamos. Así pues Tobías y yo dejamos de vernos tanto, y durante estos últimos 13 años no he sabido mucho de él.
Hoy me ha ocurrido una de esas cosas que solo pasan en las películas.
Llevo toda la semana yendo a diario al hospital porque está ingresada la que fue mi profesora de holandés, con la que mantengo una relación de amistad muy especial. El doctor González, que es el neurocirujano que lleva su caso, me pidió esta mañana nada mas llegar si podía hablar conmigo en privado. Me llevó al despacho de la planta, y al entrar por la puerta... ¡Zas! Me encontré de cara con Tobías.
Con traje y corbata delante de un proyector que ponía algo de "Micro-no-se-qué" casi no me lo podía creer. Nos quedamos mirándonos ambos con la boca abierta, y después del primer shock nos pusimos a gritar y nos dimos un gran abrazo delante de sus colegas comerciales y del doctor González que nos miraba con la boca abierta. "¡Madre mía! ¡Estoy soñando!"- le decía
Después de recobrar la compostura dimos unas breves explicaciones a los testigos y quedamos en tomar algo juntos cuando la reunión se acabara.
Delante de dos cafés americanos en la cafetería del hospital, nos pusimos al día de estos últimos 13 años. Tobías es comercial de una empresa que vende aparatos de microneurocirugía y aunque tiene la base en Munich, viaja mucho ofreciendo los productos por toda Europa. Va a ser papá este verano y se quieren venir a vivir una temporada a Valencia cuando nazca el bebé. Ni él ni yo hemos cambiado mucho y seguimos estando muy a gusto hablando juntos. Me contó que el doctor González había pospuesto la reunión varias horas y que si no hubiera sido así seguramente no nos hubiéramos llegado a ver.
Aun teniendo en cuenta que de todos los posibles hospitales de Europa, la empresa de Tobias haya elegido el Hospital General de Castellón para intentar vender sus productos, ¿Cuál es la probabilidad de que vinieran justo la semana que ingresan a mi profesora de holandés? ¿Y cuál es la probabilidad de que la reunión fuera en la misma planta donde ella está ingresada, con el mismo doctor que la trata y a escasos 10 metros de su habitación? ¿Y cuál es la probabilidad de que nos hayamos encontrado, sabiendo que por esos pasillos pasan centenares de personas al día de las que yo me encuentro como máximo unas 20? Solo de pensarlo me mareo.
Hablándolo con mi amigo Fernando me recordó una escena de la película "Spaceballs" en la que Dark Helmet quiere perseguir a la nave rebelde y le pide a su tripulación que se olviden de la velocidad de la luz y que pasen directamente a usar la "velocidad absurda". Pues eso es lo que ha pasado hoy. Una casualidad absurda, tan imposible de suceder, tan increíble de imaginar, que es totalmente absurda.
También le comentaba a Fernando que tiene que haber una explicación científica para todas estas casualidades, que tienen que tener un sentido y una razón de ser, pero que nuestro cerebro no está preparado para entenderlas, y por eso utilizamos la religión o a Iker Jimenez para ponerle nombre a las cosas. Algún día es posible que descubramos la clave para descifrar el misterio.
Mientras tanto, me recreo en la magia del encuentro, y me digo a mi misma que es una señal del destino, que me quiere decir que a partir de ahora todo va a salir mejor.
Y OBSERVANDO ESTAS DOS FOTOS ME DOY CUENTA DE ALGO CURIOSO...

SIGO LLEVANDO LA RAYA DEL PELO AL MISMO LADO.