Hoy en el trabajo todo eran miradas y risitas con todo el mundo.
La verdad es que esto si que une, oye.
En la recepción, Marijke nos enseñaba su moratón del tamaño de un puño como si fuera un trofeo.
-¿Volverias a ir?- le pregunto, y al momento se le iluminan los ojos y sacude la cabeza de arriba a abajo.
-¡Claro que si! - me contesta.
He de decir que el equipo de las chicas no salió bien parado. Excepto en el primer juego que acabamos linchando al último chico que quedaba, en el resto nos dieron por todas partes.
Yo creo que era porque ellos no se morian hasta que no veian la pintura. Al parecer yo era la única que se salía aunque la bala no me manchara, uno sabe cuando le han golpeado pero cada persona entiende las normas a su manera.
He de apuntar que Marijke y Maido son unas soldados estupendas, las quiero siempre en mi batallón, y es que se podría decir que cada día en el camping se libra una batalla.
Y mañana... boda.