Una vez a la semana me permito saltarme el régimen y me tomo lo que más me apetece. Bartek y yo comimos en el oriental de la Salera porque en el buffet ofrecían Sushi. ¡Gran decepción! Es cierto que los camareros eran chinos de verdad, porque no entendían nada de lo que les pediamos, pero lo que ellos llamaban sushi no era mas que una docena de pseudo-norimakis vegetarianos que desaparecieron enseguida. La salsa de soja y el wasabi estaban rebajados con agua, y el resto del buffet no era especialmente bueno. El ambiente nisiquiera acompañaba, ya que se oía a los Simpsons de fondo, y nisiquiera ofrecían palillos para comer.
Hubiera preferido un McDonalds, al menos sabes lo que te espera.
Después del oriental fuimos al Häagen Dazs del centro comercial, y allí nos quedamos fascinados con el dependiente argentino que nos atendió. Además de simpático y educado era un artista del helado. Nos sorprendió con sus convinaciones y nos descubrió nuevos sabores desconocidos. Bartek quería Frambuesa y Mango. El argentino se quedó pensando y levantó en el aire una cucharilla como si se tratara de una barita mágica.
"A ver si te convenzo"-dijo, y cogió un poquito de allí y un poquito de allá y le puso por encima un poquito de aquello y cuando terminó le tendió la cucharilla a Bartek.
Yo miré expectante porque sabía que la frambuesa era el sabor preferido del polaco y dudaba que le convenciera una mezcla de sabores, pero después de paladear la cucharita dijo "¡Vale!" Y el argentino le sirvió un vaso entero con aquella mezcla colorida. Y ¡Oye! ¡Estaba bueno!
Yo me dejé convencer con el helado de galleta de coco y chocolate con leche por encima. Ummm... ¡Estaba Chévere!
"¿Pero tu quien eres?"-le dije al chico-"¿El artista de Häagen dazs?"
"Como dicen en mi tierra, no hay que hacer que el cliente venga, sino que vuelva"- me contestó.
Los helados no fueron baratos, y además el argentino se llevó propina. Pero si es solamente una vez a la semana ¡TODO VALE!