Hacía mucho tiempo que no llevaba una rutina. Las comidas son la espina dorsal de una vida ordenada, y desde que vinieron los tios y la madre de Bartek todo parecía estar en su sitio. Me encantaban los desayunos y las cenas, todos sentados a la mesa picando de todos los platos como los chinos y charlando y riendo sin hacer caso a la televisión. Después de comer siempre se fregaba y todo quedaba limpio para la siguiente comida.
Ahora que se han ido los polacos la casa queda desierta y las ganas de cocinar y fregar han desaparecido, pero nos hemos propuesto seguir cenando sentados a la mesa y seguir chalando y seguir riendo y seguir sin hacer caso al televisor aunque solo seamos dos.