domingo, 21 de septiembre de 2008

Barcelona apesta

En este viaje a Barcelona hemos tenido mucha suerte encontrando aparcamientos, pero no con los momentos culinarios.
El sábado encontramos en el barrio gótico un "Udon Bar" de los que solo habíamos oido hablar en los libros de Nurakami y en las series mangas. Teniamos muchas ganas de probarlo, y el lugar prometía. Estupendamente decorado, menu atractivo, buena música, ambiente ideal... pero resultó un fiasco. La comida pseudojaponesa no tenía nada de nipona, ni los sabores ni la presentación eran lo que esperabamos. Una gran decepción.
Algo parecido nos ha pasado con la ciudad. Barcelona tiene todas las instalaciones, la historia, la cultura... pero ¿donde esta la vida? Lo único que vimos fue a millones de turistas respirando aire contamidnado. Las ramblas y el puerto eran ríos de cabezas caminando como hormigas, una detrás de otra, todas hacia el mismo lugar. Y en las tiendas, los hoteles, los restaurantes y los bares te hablaban en inglés, sin tomarse un instante en averiguar la nacionalidad de sus clientes.
En el puerto vi a una chica sentada mirando al mar, intentando timidamente leer un libro, y detrás de ella la turba de franceses, ingleses, rusos y holandeses, desfigurando el momento.
Y yo entonces me avergoncé por pertenecer al clan de los que estaban de paso.