miércoles, 26 de noviembre de 2014

Aventuras de una (relativamente) joven gestora de exportación

Hoy he aprendido la diferencia entre un contenedor de 20 pies y uno de 40.
Todo el día de hoy ha girado en torno a ese descubrimiento. Gracias a mi manía por controlarlo todo y preguntar de forma cansina por los detalles de cada procedimiento (señal inequívoca de mi inseguridad y mi necesidad de reafirmación) no ha llegado la sangre al río y al cliente le hemos cargado en el contenedor correcto. Podría haber sido peor.
A veces mi falta de seguridad lucha una batalla encarnizada contra mi vergüenza a preguntar.
Pero la cantidad de dinero que esta en juego en algunas entregas es mas de lo que podría pagar yo en un año. Un paso en falso y se me cae el pelo! Así que la vergüenza acaba perdiendo la guerra. El miedo gana.
Creo que todos los gestores seguimos trabajando día a día manejando contenedores y barcos como si fueran soldaditos de plomo, sin pensar demasiado en las cantidades de dinero que dependen de nuestra gestión. Ser conscientes de esa realidad no nos dejaría dormir.