El sábado fuimos al festival de música de Alcora. Los conciertos se hacen en un espacio reducido, rodeados de arboles y montañas. Lo sorprendente es que no está masificado, a pesar de la calidad de los grupos y el buen ambiente. A 100 metros hay una cafetería donde los abuelos juegan a las cartas y puedes pedirte un café y usar el baño (de limpieza aceptable), sin hacer colas.
Los niños juegan en el jardín mientras sus padres escuchan los conciertos. Puedes ver el show en primera fila sin que nadie te toque o te empuje. El sonido es fabuloso, y no hace ni calor ni frío. Es un estado de gracia infinita.
Ojalá hubiera más festivales de este tipo. El año que viene sería un sueño si pudiéramos tocar nosotros. Disfrutaríamos doblemente del festival!
Lo que más disfruté de todo fue el grupo de mi exprofesor de bajo, "Gurugú". Ellos eran los segundos del cartel, y no había casi nadie escuchando. Parecía que estaban tocando para mi sola. Su grupo es una fusión de jazz y flamenco de los años 70, sorprendía por estar fuera de la línea de estilos del resto. Tocaron de maravilla. Los dedos de Juan Carlos subían y bajaban del mástil de 5 cuerdas. Me quedé flipando. ¡Cuánta sabiduría!
Me pesa no haber seguido con las clases... hubiera aprendido lo que no está escrito de técnica y de solfeo. Todo lo que me falta ahora. Fue un fallo de juventud inconsciente...
Aun así, valoro todos los años que fui, y me siento afortunada de haber aprendido de un artista con él, apasionado del instrumento y la música.