miércoles, 15 de octubre de 2014

De coches y chinches

Hoy mi coche me ha dejado tirada.
La sensación que se te queda es muy curiosa: "¿Y ahora qué?"
Sentada en el asiento, intentando una y otra vez arrancar, y esperando que de un momento a otro el milagro suceda y escuchar el ruido del motor en marcha...
Pero no. Y después de un rato sin saber que hacer, cierras el coche y haces lo correcto. Llamas a la oficina para informar de que llegas tarde y pides un taxi. Pero... ¿hay taxis en este pueblo?
Gracias a Dios si, en internet encuentro un número y después de esperar 10 minutos un señor mayor en un mercedes azul se para y me pregunta si soy yo la que va a Onda.
Durante el viaje me habla de su vida en un castellano tocado con el acento del idioma autóctono, que ya no me atrevo ni a llamar dialecto.
Intenta tranquilizarme y me dice que hay muchos talleres en la zona, pero alguno bueno... no me lo puede asegurar. ¡Pues menuda tranquilidad!

No se por qué estoy contenta.

LLevo un mes de malas noticias. Primero invasión de pulgas en casa. La guerra casi acaba conmigo, he tenído momentos de histéria y me he puesto a llorar como una idiota porque no podía ver a los cabrones hijos de puta que me estaban mordiendo todo el cuerpo.
Pero tiramos una bomba como la de Hiroshima, y desde entonces no me han vuelto a picar.
El coche ya me dió problemas la semana pasada, llegamos a IKEA dando un concierto de chirridos. Me cambiaron las pastillas de freno, y aun seguía haciendo un ruido raro que estaba pendiente de mirar. Ahora no arranca.
En el trabajo cuchichean porque desde que he entrado he desmejorado mucho. No en el rendimiento, porque no paran de elojiarme, sino en el aspecto. El de recursos humanos le preguntó a mi compañera Antonia si me pasaba algo ¿Dónde está la chica que entrevisté hace 4 meses? Y sin embargo, la vida es así... a veces me da por llorar, y hoy estoy bien. A pesar de todo.
Quizás las adversidades me hacen fuerte.

Solo a veces...